Un Jefe en Pañales - Creepypasta




L
uego de cuatro meses de alegría familiar, mi hermanito, mi primer compañero cual pensaba pasar toda la vida con él, había muerto en su cuna debido de una enfermedad que los médicos no pudieron detectar en su nacimiento.
Mis padres estuvieron devastados, sus alegría, felicidad y esperanzas fueron derrumbas como un muro. Lo único que embargaba sus cuerpos era la amarga tristeza, que, para mí, la más afectada fue mi madre. Todo eso fue traumático para esta familia… En el funeral de mi hermanito, asistieron lo que sería la familia de mi madre y la de mi padre. Todos mirábamos el ataúd, con el cadáver frío postrado dentro. No aguanté las ganas de llorar en ese momento. Lo más que resalto ese gris día fue: el traje de mini esmoquin que vestía el cadáver. Teo se mantuvo en descanso para la eternidad, eso creí.
Dos días de aquel lúgubre funeral, me encontraba durmiendo tranquilamente, cuando de repente escuché un llanto; no pude reconocer de quien venía, por estar en plena somnolencia. Me tuve que levantar de la cama, aun con el cansancio estando a punto de caer sobre mi persona. Anduve por el oscuro pasillo. Mis oídos estaban hartos de ese molesto llanto. Me detuve frente a la puerta cerrada del cuarto de mis padres. En ese instante sentí un peso grande cayendo poco a poco sobre mí. Juraba que había alguien a mi lado. Dentro de mí floreció lo que sería un repelús, cual me hizo golpear la puerta desesperadamente. Mientras sentía los pasos de mis padres detrás de la puerta, escuchaba que aquellos llantos aumentaban más de intensidad, siendo insoportables a niveles irritables… La puerta se abrió par en par, y los llantos se detuvieron de repente. Observé a mi madre con una cara de sueño notable. Ella me miró por unos segundos, todo en pleno silencio absoluto.
—¿Qué ocurre hijo? —preguntó ella con una voz suave—, ¿Qué haces despierto a esta hora?
—… Mamá, no puedo dormir…, tengo pesadillas —le dije con la esperanza de que me consolara.
Ella suspiró y me dio el paso al cuarto.
Esa noche no tuve más problemas.

Han pasado ya tres días, y siempre a las once y media de la noche, los llantos vuelven a interrumpir mi sueño.
Un día de tanto estar escuchando esos llantos infernales, y haber practicado todas las formas de cubrir mis oídos para no escuchar más; decidí que buscaría el origen del llanto y enfrentarlo.
Un llanto escandaloso me despertó de golpe, generándome un susto menor. Consulte el reloj de mesa, cual marcaba las once y media. Más rápido que inmediatamente supe que esos llantos estarían presentes toda la noche si no los callaba. Salí de mi habitación con el enojo palpitándome las venas y el coraje a flor de piel. Esos molestos llantos ya no me atemorizaban, más bien, los aborrezco con todo mi ser. Anduve por el pasillo en penumbras, siguiendo el llanto. Mis ojos se adaptaron a la oscuridad, mis sentidos estaban finos, me sentí como un cazador, un felino feroz que busca a su presa. Mis pasos andantes y con energía se detuvieron de golpe al estar a unos pasos del cuarto de mi ex hermano, Teo.
Con el odio todavía controlando mis impulsos, abrí la puerta completamente. El cuarto se hallaba organizado, con una cuna al centro de todo, unos estantes decorando la pared de juguetes de peluches, libros con cuentos infantiles, entre muchas más cosas. El ambiente, de golpe, cambio a uno pesado, me sentía agotado, hacía demasiado frío, de escuchar esos llantos, solo escuche un pitido que cada vez aumentaba de intensidad. Nada de eso me detuvo por nada. Seguí mi camino, en dirección a la cuna. Estando allí, miré una figura con trajecito de esmoquin, reposando sobre las mantas de la cuna. Sin duda alguna, es él.
—Hola, Timothy —dijo aquella cosa con una voz gravísima y ronca, cosa que me quitó por completo mi furia— Veo que no te he dejado dormir todos estos días, ¿Cierto?
Me quedé paralizado, el terror me invadió como un torrente de desgracias. Uno de mis impulsos fue tal, que mi parálisis se esfumo, dejándome ir corriendo como alma que lleva el diablo, al cuarto de mis padres… Estando frente a la puerta, la golpee con mis puños desesperadamente. Pude escuchar unos pasos delicados, casi silenciosos andando por el pasillo. El pánico me invadió y me arrastró como una gigantesca ola…
—¿Hijo, que ocurre? —preguntó mi padre, al mismo tiempo que abría la puerta en par.
—¡Hay alguien en la habitación de Teo! —exclamé, con la voz temblorosa.
Mis padres miraron el cuarto de Teo con pánico, y de inmediato corrieron en esa dirección. Pude ver su gran preocupación, como si algo muy importante estuviese dentro. Nosotros tres estábamos en el cuarto, mirando alrededor en completo silencio, pero mi padre lo tajó con una pregunta:
—¿A quién viste esta vez Tim? No hay nadie aquí.
Me asomé por la cuna, todavía viendo el bebé. Esto es una locura, ¿Por qué ellos no lo veían?
—Esta acá, en la cuna —repliqué, señalando la cuna.
—¿Qué sucede contigo hijo? ¿Tuviste otra pesadilla?, ¿verdad? —preguntó mi padre, en un tono molesto y cansado.
Esto es extraño. Antes despertaba a mis padres por los terribles llantos, y ahora, lo que esperaba que fuese una jugarreta de mi subconsciente, era un hecho real y verídico.
—¡El me habló, lo sé, lo oí! —grité con lágrimas en los ojos.
—¿Ya has olvidado la charla con el psiquiatra, hijo? —dijo mi madre en un tono suave— tus pesadillas no son reales, ya hablamos de eso.
—No es una pesadilla, es real. Es un demonio —le contesté realmente enojado.
—¡Guarda silencio y vete a dormir! —gritó mi padre furioso
—Créanme esta vez —dije por última vez, luego me fui a la habitación.
Me quedé costado en mi cama, mirando al techo desnudo. Escuché las pisadas afuera de mi habitación hasta parar en una cerrada de puerta. Después, todo quedó en absoluto silencio, pero aquello no duró mucho, debido que esos llantos volvieron a interrumpir la tranquila noche. Fue una tortura.
Cada tarde, después de clases, iba directo a la cama, con el único momento de dormir tranquilamente.
Pasaron 3 meses, mis padres daban la impresión de haber olvidado a Teo, pero yo, seguía en las mismas. Comencé a experimentar el insomnio, empeorando progresivamente cada noche, y cada día me sentía sin vida. No podría estar así todo el tiempo hasta que me independizara de mis padres.
Nuevamente, en una noche llena de llantos de bebé, me desperté, otra vez molesto y me encaminé por el pasillo hasta detenerme en la puerta del cuarto de Teo. Esta vez el miedo no me dominó ni una pizca. El odio palpitaba dentro de mí. Empujé la puerta y entré en el sitio. Todo el ambiente estaba pesado, una presencia fuerte estaba presente en ese momento. Hola bastardo, ¿Me extrañaste verdad bastardo?, pensé con odio.
Ese monstruo en trajecito gritaba en gorgoreo, como si fuese una clase de animal con alguna enfermedad. Inspiré hondo, así como mi valentía entraba en mi ser. Me acerqué a la cuna con paso rápido y vi que dentro se encontraba un bebé, descansando, con su cara inocente y amistosa. Pero a mí me desagradaba, me asqueaba.
Mi impulso errático, y la desesperación, me hicieron ahorcar al pequeño hijo de puta. Vi sus ojos temerosos, vi su terror plasmado en su pequeño rostro. La ira fue tal, que me llevó a golpear repetidamente la cara del bebé, pude sentir como su tabique se rompía bajos mis puños. Tomé su pequeña cabeza y la comencé a estampillar en la madera de la cuna una y otra vez; los llantos y ese grito disminuía cada vez más, la emoción, la excitación que tuve en ese momento al saber que esos llantos no volverían a joderme un día más. El bebé dejó de llorar, y noté la masacre echa. La cara del joputa estaba desfigurada, vuelta en una pulpa de carne y sangre. Sonreí por alivio.
La calma me dominó, el sueño se hizo presente. Cuando me disponía a darme la vuelta y regresar a mi cuarto para darme una noche tranquila; vi a mis padres horrorizados, mirándome con terror. Mi madre rompió en llanto y mi padre estaba consternado.
—¿¡Qué acabas de hacer!? —dijo mi padre totalmente desesperado.
—¡Hijo! ¿Por qué lo has hecho?, a tu propio hermano. ¿Por qué? —dijo mi madre, cayendo al suelo, aun llorando.
Oh, mierda, lo siento. Caí de rodillas, con las manos ensangrentadas; trataba de despertarme de esta pesadilla sin ningún resultado… 

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