Vivo con mi abuela desde que tenía 1 año, nunca conocí a mis
padres, a excepción de una fotografía de uno de ellos.
Mi abuela me contó que mi padre trabajaba en la
delincuencia.
Un día cuando él no se encontraba en la casa, los enemigos
de él entraron y matarón a mi madre, yo me encontraba con ella, pero como tenía
menos de un año, los enemigos de mi papá no sabían que tenía un hijo. Unos
pocos días después lo mataron a él. Por lo tanto, mi abuela se niega a
responder preguntas que le hago sobre mi padre, porque dice que por su culpa
mataron a su hija.
Mi única familia es mi abuela Coco y mi perro de nombre
Dante.
Dice mi abuela que Dante fue un regalo que me hizo mi padre
un día antes de morir.
Vivo en un pueblo de nombre Santa Cecilia, una pequeña
comunidad con menos de 200 personas, tan sólo hace una década atrás, me cuenta
mi abuela que tenía más de 1000 habitantes, la mayoría de las personas han
muerto o se han mudado a otro lugar por causa de la delincuencia.
Nunca he ido a la escuela, mi abuela dice que afuera es muy
peligroso, por lo tanto, nunca he salido a la calle, si no fuera por mi perro
Dante ya me hubiera muerto de soledad.
Mis fechas favoritas son Navidad y día de Muertos, Navidad
porque mi abuela hace tamales con ponche que tanto me gustan, además de que me
regala un juguete fabricado por ella.
Y día de muertos porque mi abuela y yo hacemos un altar para
recordar a mi madre y a otros familiares cercanos, esto me hace sentir que no
estoy solo, si ellos estuvieran vivos sé que me cuidarían.
Estas celebraciones las realizamos por 11 años, hasta un 31 de octubre.
La casa en la que vivimos mi abuela y yo no es muy grande,
tiene una pequeña cocina donde la compartimos con la sala, un baño y un cuarto
que compartimos mi abuela y yo, dentro de él, hay un cuarto misterioso en el
cual mi abuela me niega la entrada, cuando le pregunto la razón me dice que hay
cosas viejas que no deberían de preocuparme, pero yo sospecho que además de eso
hay otras cosas más.
Este pasado 31 de octubre mi abuela salió de la casa, me
dijo que iba a comprar cosas que hacían falta para el altar, mientras se
llevaba arrastrando una bolsa para la basura cargado de cosas. Yo me quedé a
trabajar en el altar con los pocos materiales que teníamos, en un pequeño
espacio de la sala-cosina.
Cuando me encontraba haciendo el dibujo de un alebrije con
aserrín en el suelo, me sentí solo y llamé a mi perro Dante, pero este no me
hizo caso. Dante desapareció, no lo había visto desde la mañana y nunca se
había ido de la casa. Lo busqué por todos lados y no lo encontré, pasaron
varios minutos y en un momento de silencio escuché ruidos. Seguí el ruido hasta
encontrarme frente a la puerta del cuarto prohibido, el cuarto en el cual jamás
debería entrar; la puerta se encontraba entre abierta, tal vez mi abuela por lo
cargada que iba no se fijó haberla dejado abierta, mi perro aprovechó y entró.
Le gritaba desde afuera a mi perro para que saliera, pero no
me hacia caso. Mi abuela tenía tiempo que no llegaba y Dante no salía del
cuarto. Si mi abuela se enteraba de que mi perro había entrado, lo correría de
la casa, ya que tenía tiempo diciéndome que sí no educaba bien al perro, lo
correría. Por lo que yo no tendría con quien jugar.
Debía de hacer algo y pronto, siempre he tratado de obedecer
a mi abuela, por lo que entrar a el cuarto no era mi plan principal. Intenté de
todo; chiflar, gritar y poner comida, pero nada funcionó, mi abuela tenía 2
horas fuera de la casa y no tardaría en llegar.
El miedo a quedarme solo con mi abuela y no tener con quien
jugar me hizo desobedecer sus reglas, sabía que sí mi perro no salía era porque
necesitaba ayuda.
Con mucho cuidado empujé la puerta, dentro de él salía un
olor nauseabundo, este se encontraba totalmente oscuro sutilmente alumbrado por
la poca luz que entraba de afuera. Llamé a mi perro dos veces más pero no
obtuve respuesta. Algo que me inquietaba era el sonido que provenía de ahí
adentro y no me iba a ir al estar completamente convencido de que no era de mi
perro. Después de un minuto mis ojos se acostumbraron a la oscuridad.
No hay palabras para explicar el miedo y el terror que
experimente ahí adentro. Jamás debí abrir esa puerta.Salí corriendo,
rápidamente cerré la puerta. Inconscientemente comencé a llorar.
En un par de minutos después escuché la puerta de la casa
abrir, si mi abuela notaba mi cara se iba a enterar de todo.
Entró sin la bolsa de la basura, en vez de ésta, dejó una
bolsa llena de veladoras, flores de cempaxúchitl, entre otras cosas en la mesa,
yo trate de tranquilizarme y actuar como si nada me hubiera pasado.
Después de que trabajamos un poco en el altar; se llegó la
noche.
Llegó primero de noviembre, no pude dormir en toda la noche,
miles de pensamientos pasaban por mi cabeza, en todos ellos buscado una
explicación razonable a lo que había visto y en lo que podría hacer de ahora en
adelante. Deseaba no levantarme pues sospechaba lo que me iba a pasar.
Me levanté, mi abuela no se encontraba en su cama, me cambié
y fui a la cocina-sala, pues sí no comía y ella aún no se enteraba de que la
había desobedecido, iba a sospechar.
Salí normalmente, ella estaba sentada comiendo en la mesa y
a un lado de su plato se encontraba otro plato servido.
Le dije buenos días, me senté y me puse a comer, mi abuela
me miraba mucho y no me hablaba tanto como siempre lo hacía, lo cual me alegré
ya que yo tampoco quería dirigirle la palabra. Trataba de comer despacio,
aunque deseaba comerme todo de soló un bocado, en unos minutos por fin terminé,
y me fui a acostar en la cama.
Ya era media noche, me encontraba aun en la cama pensando en la desaparición de mi
perro, en mi experiencia del día anterior y en lo que iba a sucederme cuando mi
abuela se enterará de haberla desobedecido, cuando escuche el grito ronco de mi
abuela para avisarme que fuera con ella. Sospechaba para que me quería. Salí,
el altar se encontraba terminado, tenía un camino de flores, velas encendidas
por todos lados, y papel picado de diferentes colores adornando el cuarto. Me
fijé en el dibujo de aserrín que había hecho el día anterior; estaba todo mal
hecho.
Me dijo que era hora de que rezáramos, algo nuevo en esta
celebración.
Mientras rezábamos, con los ojos cerrados y cabizbajo, sentí
un escalofrío recorrer mi columna vertebral, mientras un dolor muy fuerte en la
cabeza comenzó a aparecer. Así dure
hasta llegar a las oraciones finales, me sentía cada vez mejor, el dolor de
cabeza y el miedo habían desaparecido.
Cuando terminamos, sentí que alguien revolvió mi cabello y escuché
un ladrido. Al levantar la cabeza ví a mi perro Dante moviendo su cola
alegremente por todos lados, juntó a él se encontraban otras personas paradas a
un lado del altar. Reconocí el rostro de uno de ellos, el de mi madre.
Me levanté y la abrasé fuertemente, por encima de su hombro
alcancé a ver a mi abuela arrastrando mi cuerpo ensangrentado a el cuarto
prohibido, el cuarto en donde se encontraban los restos de varias personas
mutiladas.
Creepypasta de Coco la Película |
la mejor creepypasta que he leido en toda mi vida
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